El arte de programar


Para el común de los mortales, el ejercicio de crear software está muy devaluado, sea de forma profesional o aficionada. Para los que estamos dentro, esta situación puede resultar frustrante, ya que muchos de nosotros (los que nos consideramos programadores) lo consideramos un arte, digno de estar en un podio en la misma horizontal que la pintura, la música, la danza, el cine, la literatura o la carnicería. El código bien hecho es bello, pero esta belleza es tan sutil que requiere años de estudio y duro trabajo, además de tener que "haber nacido" para el desempeño de tan lógica empresa. Sin duda, si en la época de Homero y Plutarco hubiesen existido ordenadores ahora se recordarían diez musas en vez de nueve. Sabios esos griegos, perversos y sabios.

Pero nunca se cierra una puerta sin que se abra una ventana. El saber algo que los demás desconocen nos hace poseedores de algo valioso, que si se sabe explotar bien, a costa de la ignorancia ajena puede hacerte muy rico y muy poderoso, y más ahora que todo va con ordenadores e hiper redes intercomunicadas. Si los informáticos un día se unen y hacen una huelga, provocarían la tercera (o cuarta) guerra mundial.

Así que lejos de estar arrepentido de haberme pasado horas delante de la pantalla, interminables tardes de frustración e inacabables exámes de C++ donde siempre se te liaba la cosa con los punteros, estoy orgulloso de ser poseedor del octavo arte: la programación.

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